Esta entrada la dedicamos a un descendiente del pueblo valorado intercionalmente y es que rebuscando hemos encontrado estos parrafos en el libro de Ian Gibson que explica los origenes de Luis Buñuel.
Al final esta el enlace para los que querais seguir leyendo el capitulo del libro.
LUIS BUñUEL, LA
FORJA DE UN CINEASTA UNIVERSAL (1900-1938)
Ian Gibson
“FOZ-CALANDA Y
CALANDA
El lugar ancestral
de los Buñuel era Foz-Calanda, pequeña aldea de la hoy denominada
comarca del Bajo Aragón (antes conocida como Tierra Baja) que se
encuentra a unos cien kilómetros al sureste de Zaragoza en el norte
de la provincia de Teruel, tradicionalmente la más pobre y aislada
del antiguo reino:
Zaragoza es la mayor
de tres provincias
hermanas;
Huesca la más
chiquitica;
Teruel la
desheredada.
Foz-Calanda se sitúa
a orillas del Guadalopillo, afluente del río Guadalope, justo donde,
antes
de regar una fértil
vega, pasa entre pelados montes por una angosta garganta (de allí
foz, hoz, del latín fauces, «vía estrecha»). A principios del
siglo XX la aldea tenía unas ciento cincuenta casas mientras
Calanda, pueblo natal del cineasta —ubicado tres kilómetros río
abajo—, cobijaba a casi cuatro mil almas. Como era inevitable,
dadas estas circunstancias, Foz vivía en relación íntima con su
más populosa vecina.
Para conocer la
intrahistoria de los Buñuel de Foz-Calanda tropezamos con una
situación trágica: la destrucción del archivo municipal del
pueblo, quemado después de la Guerra Civil por los maquis. Gracias
al de Calanda, casi intacto —tanto el Registro Civil como los
libros de la parroquia—, sabemos que el bisabuelo del cineasta, el
labrador Raimundo Buñuel, estuvo casado con Escolástica Moliner,
natural como él de Foz, y que el hijo de ambos, Joaquín Buñuel
Moliner, murió en Calanda en 1861 a los 67 años.
En ausencia del
archivo municipal de Foz-Calanda, el pequeño camposanto del pueblo,
situado sobre un montículo en las afueras del mismo, sirve para
demostrar el arraigo en la localidad de los Buñuel. Allí tienen sus
cruces los vecinos Pablo Faci Buñuel, Rosa Carbó Buñuel y Manuel
Aguilar Buñuel. Y en uno de los columbarios se lee:
Familia
Moliner Buñuel
Martínez Castañer”
“No cabe duda: en
este humilde lugar acurrucado a los pies del delirio geológico de La
Clocha —«pueblo precioso» lo llamará Buñuel al hablar con Max
Aub, quizá recordando sus pequeños huertos al lado del
Guadalopillo, primorosamente atendidos— están las raíces de
nuestro cineasta.”
“LA FAMOSA
EXCURSIÓN A FOZ-CALANDA
El camino viejo de
Calanda a Foz —poco más de dos kilómetros— bordea la Huerta
Alta, fértil vega del Guadalopillo donde hoy se cultiva sobre todo,
y con gran éxito, el melocotón. El río discurre a los pies de La
Clocha entre una vegetación tan densa que casi oculta la corriente.
Paraje hermosísimo, regado todavía por las acequias de los árabes,
y lleno de interés para el naturalista y el geólogo. Por aquí
apenas suele pasar un coche, y los turistas, si alguna vez se dignan
visitar Foz, lo hacen directamente desde la carretera general.
Un verano, no
sabemos en qué fecha con exactitud, el Buñuel de 13 o 14 años
organizó, al parecer sin decir nada a los mayores, una excursión al
pueblo de sus ancestros paternos. Lo sabemos gracias a su hermana
Conchita, que evocó aquella «gran aventura» de su infancia en un
artículo publicado en 1961 y luego incluido por Buñuel, sin
comentarios, en Mi último suspiro. Acompañaron a Luis y Concha,
según ésta, unos primos suyos y alguna hermana.
En Foz el padre
tenía tierras y colonos. Al salir de Calanda, pues, sabían que
serían bien recibidos por aquellos contornos. Así resultó. Hubo
parabienes, galletas... y vino. Vino dulce que les provocó euforia y
les infundió ganas de visitar el cementerio del pueblo. Una vez
dentro del recinto el futuro cineasta montó un espectáculo muy
suyo. «Recuerdo a Luis tendido en la mesa de autopsias», escribe
Conchita, «pidiendo que le sacaran las vísceras. Recuerdo también
lo que tuvimos que batallar para ayudar a una de nuestras hermanas a
sacar la cabeza de un boquete que el tiempo había abierto en una
tumba. Había quedado empotrada de tal modo que Luis tuvo que
arrancar el yeso con las uñas para liberarla».
No contentos con la
visita al camposanto, y todavía bajo los efectos del vino, lo que
querían ya, nos asegura Concha, era «saltar al fondo de una sima
profunda y estrecha, gatear por un túnel y salir a la primera
caverna». La única oquedad posible, aunque Conchita no la nombra,
era la Cueva Morena, ubicada entre los «cabezos» de la muy
escarpada y rocosa ladera sur de La Clocha, cerca de Foz. Allí,
según recuerdan hoy algunos vecinos, solían jugar hasta hace
algunas décadas todos los niños del pueblo. Parece difícil que los
Buñuel no fueran acompañados aquella tarde por algún ribereño,
pues la estrecha boca de la cueva, a ras de tierra, es de acceso
difícil (hoy la tapa un lentisco enorme). Otra posibilidad es que
Luis, por una visita anterior, ya conociera el camino. Alcanzada la
entrada, siempre según Concha, sólo tenían para guiar sus pasos en
la oscuridad el cabo de una vela recogido en el cementerio. Y, claro,
¡no tardó en apagarse! «Luego, de pronto, nada, ni luz, ni valor,
ni alegría. Se oía batir de alas de murciélago. Luis dijo que eran
pterodáctilos prehistóricos, pero que él nos defendería de sus
ataques. Uno de nosotros dijo que tenía hambre, y Luis se ofreció
heroicamente a ser comido. Él era ya mi ídolo, por lo que, deshecha
en llanto, pedí que me comieran a mí en su lugar: yo era la más
pequeña, la más tierna y la más tonta del primer grupo de
hermanos.»
Conchita da a
entender que les llegó la salvación al ser «encontrados» en la
cueva por unos adultos, lo cual a ella le produjo a la vez júbilo y
miedo... miedo al castigo que les esperaba en casa. Creía recordar
que, en el viaje de vuelta a Calanda, iba Luis inconsciente —«no
sé si por la insolación, por la tajada o por táctica»— en el
fondo del carro que tiraba Nene, el caballo. “
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